Co – Un artículo de Paco Rojas, arquitecto
Colaborar es una idea que está de moda. A nivel urbano, poco a poco cada vez son más las ciudades que tratan de desarrollar modelos colaborativos en los que la participación ciudadana se fomenta para obtener soluciones más inclusivas y democráticas.
La realidad es que las ciudades nunca fueron tan complejas y dinámicas. Cada vez son menos simples asentamientos y sí más sistemas complejos donde se valora el uso público del espacio que compartimos incluso cuando es de propiedad privada. Así, entendemos nuestras calles, parques y plazas como espacios de todos y para todos y estamos de acuerdo en que difuminar sus límites ayuda a tener ciudades más inclusivas.
Como la economía colaborativa nos ha enseñado, cada vez tendemos a compartir más cosas en lugar de poseerlas. Hoy en día, podemos compartir alojamiento, transporte, habilidades, espacios de trabajo, objetos, tiempo, producción de comida, energía y servicios. Juntos, con frecuencia extraños que compartimos intereses durante un periodo de tiempo, entendemos la importancia de establecer lazos con nuestras comunidades y asumimos la necesidad de compartir para tener una experiencia urbana más completa.
De esta manera, en los últimos años, hemos presenciado varios ejemplos que han funcionado como una alternativa al modelo tradicional. A veces, gracias a iniciativa pública, fomentando un proyecto de inclusión y recuperación de barriadas desfavorecidas y con grandes problemas de delincuencia, como en caso de los Parques Bibliotecas instalados en las favelas de Medellín; y otras como cuando una organización sin ánimo de lucro consiguió involucrar a autoridades e inversores para co-financiar el proyecto de recuperación del Highline de Nueva York para crear un parque lineal de acceso público que se ha convertido ya en uno de los iconos de Manhattan.
Hay una tercera vía que, gracias a las llamadas redes participativas, cada vez se está asentando más en nuestra sociedad, donde proyectos que nacen totalmente de una iniciativa ciudadana o de una inversión privada puntual, consiguen dejar en un segundo plano el papel de las autoridades y dar respuesta a una necesidad o un servicio precario mediante modelos de crowdfunding o movilización ciudadana.
Dentro de esta variante, me gustaría resaltar ejemplos en diferentes ciudades europeas que se han convertido en referentes a la hora de cuestionar el modelo tradicional urbano ya sea por proponer un servicio, un uso productivo de un espacio en desuso o una alternativa a la vivienda:
- Puente Luchtsingel en Rotterdam (2015)
- Southwark Lido en Londres (2008)
- Casastristes en Madrid (2007) – The Collective en Londres (2017)
Los ciudadanos toman parte activamente
Con sus 400 metros de largo, este puente peatonal que cruza sobre vías del tren y carreteras para dotar de una vía pública hacia la estación central de Rotterdam desde dos distritos residenciales mal conectados entre sí, fue la primera gran infraestructura pública financiada por crowdfunding.
Además del enlace mencionado, el proyecto incluía un espacio para eventos, una granja urbana sobre las cubiertas de los edificios colindantes y un parque con instalaciones de ocio y deportivas.
La idea original vino de ZUS Architects que lanzaron una campaña de crowdfunding que permitía a cualquiera a participar y co-financiar parte del proyecto estableciendo diferentes niveles de colaboración y recompensas. Por cada 25€ donados, podías tener tu nombre grabado a lo largo del puente. Durante el proceso de recaudación, más de 8000 donantes participaron pero fue gracias al apoyo de las autoridades locales que se consiguió llevar a cabo el proyecto en tan sólo 3 años.
De acuerdo con la normativa local, el proyecto no tenía carácter permanente y estaba previsto que el puente permaneciera instalado tan sólo 5 años. Sin embargo debido a su éxito, es posible que este periodo se extienda hasta 10 años más. Es un ejemplo de cómo un proceso participativo liderado por la acción ciudadana puede lograr una alternativa rápida y efectiva (aunque temporal) a los procesos urbanos tradicionales.
Para más información sobre el proyecto:
http://www.luchtsingel.org/en/locaties/bridge
Un proyecto ‘mientras tanto’ para la comunidad
Gracias a la colaboración del promotor Solid Space y la organización sin ánimo de lucro The Architecture Foundation, a este lugar en el centro de Londres se le dio la oportunidad de abrirse al público y convertirse en un dinamizador social durante 8 años pasando de ser un balneario, un jardín para la comunidad, un lago, un espacio para eventos y un pub con el fin de explorar el potencial de los espacios vacíos en transición que se encuentran en las ciudades.
Muchos de los proyectos mencionados fueron encargados al colectivo francés de artistas y diseñadores Exyzt, quienes decidieron aportar sus estrategias para fomentar encuentros entre desconocidos con la intención de reforzar el sentimiento de comunidad e inclusión social a la vez que proveían de un servicio de uso público.
En 2008, el primer proyecto consistió en transformar el solar en un balneario (Lido) que contaba con sauna, piscina, solarium y otros espacios para el ocio totalmente gratuito y abierto al público. La mayoría de los materiales usados en la construcción fueron reusados de proyectos previos, alquilados o donados para posteriormente ser cuidadosamente desmantelados.
Hoy, este proyecto temporal ya ha concluído y se ha construído el edificio de oficinas que los promotores originalmente habían previsto. Sin embargo, este espacio ha sido uno de los primeros ejemplos en una ciudad como Londres donde los urbanistas tuvieron la oportunidad de debatir sobre el potencial de estos espacios en transición y cómo los colectivos locales pueden crear y cuidar los espacios urbanos que nos rodean.
Para más información sobre el proyecto:
http://www.exyzt.org/southwark-lido/
Las ciudades como sharing hubs
En 2007, durante los primeros días de la crisis inmobiliaria en España, y como consecuencia de la abundancia de los espacios en desuso y viviendas vacías, surgió una iniciativa ciudadana que derivó en una red colaborativa llamada Casastristes que recaudaba la localización y número de estos proyectos vacíos.
Con el objetivo de visualizar el problema y establecer puntos de discusión y planes de acción para los ciudadanos, son numerosos los ejemplos que se suman a dicha iniciativa, animando a todo el mundo a participar, localizando y dando todo tipo de detalles del estado actual de dichos inmuebles en desuso.
Tradicionalmente estas viviendas, edificios públicos, almacenes y otros espacios vacíos han sufrido allanamientos. Sin embargo, en ciudades como Londres, Rotterdam o Berlín, hay ejemplos en los que el propietario y los ocupas han llegado a acuerdos en los que a través de un tercero que actúa como intermediario o guardián de la propiedad, se les permite a los inquilinos ocupar los espacios a cambio de cuidar de las instalaciones, tener un programa cultural activo y de uso público o proponer actividades de beneficio para la comunidad.
En paralelo y, más recientemente, como consecuencia natural de la idea de los espacios de co-working, nuevos modelos de co-living han aparecido. En estos casos, como en The Collective en Londres, los inquilinos intentar encontrar contactos profesionales y personales en complejos residenciales en los que se comparten servicios comunes y se intenta huir del precio de la vivienda debido a la gentrificación.
Para más información sobre el proyecto:
https://www.thecollective.com/
En definitiva, la diversidad de los niveles de participación e interacción en nuestras ciudades es cada vez más rica y compleja. Desde la autoconstrucción a la cofinanciación de un proyecto de vivienda, desde cultivar comida en un huerto privado a compartir producción de alimentos entre vecinos y distribuirla localmente, desde modos de vida colaborativos donde las habilidades son intercambiadas en lugar de que haya un acuerdo económico, donde un proyecto de crowdfunding permite que se construya una instalación temporal, desde fomentar la creación en espacios como fablabs de libre acceso y formación a reintroducir el reuso de materiales de construcción en nuestras ciudades siempre que sea posible…
Esta nueva forma de convivir en nuestras ciudades está cada vez más implantada. Sin embargo, todavía hay mucho trabajo que hacer para conseguir un equilibrio adecuado que garantice igualdad, justicia e inclusión social. Los modelos colaborativos creativos se basan en desarrollar confianza entre desconocidos y proteger el bien común (lo que compartimos).
A nivel de ciudad, los urbanistas y arquitectos deben también adaptarse y planificar para la evolución, comprender que las ciudades necesitan ser más reactivas y flexibles a los tiempos que vienen y a las necesidades de los ciudadanos, ser capaces de democratizar el acceso a nuestras calles y a otros espacios de uso públicos, fomentar la participación y la posibilidad de gestionar procesos surgidos desde la ciudadanía, asumir la temporalidad de los proyectos urbanos como complemento a los procesos tradicionales permanentes…
¡Es hora de definir el bien común!
Francisco Rojas Rivadulla (1985) es arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla y Máster en Proyectos Arquitectónicos Avanzados por la ETSAM de Madrid. Desde hace cinco años, es residente en Londres, donde ha desarrollado experiencia profesional con el colectivo Exyzt y Foster+Partners para llegar a Heatherwick Studio, donde actualmente ejerce como arquitecto.
Como práctica lateral, se especializa en explorar estrategias proyectuales que se difuminan entre la sociología, el arte relacional, los procesos colaborativos o la deconstrucción. Algunos de sus trabajos y concursos han sido publicados en diferentes medios especializados y han sido premiados a nivel internacional.
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